El fenómeno de la Marea Roja, responsable de intoxicaciones alimentarias severas, ha sido un tema de preocupación en Argentina desde hace varias décadas, resaltando la importancia de la salud pública y la seguridad alimentaria. Un caso conmovedor es el de Marcelo Sández, quien, a los 22 años, sufrió una grave intoxicación tras consumir camarones aparentemente contaminados durante un viaje a Mar del Plata en 1978.
El impacto de la intoxicación
Marcelo regresó a Buenos Aires en un estado crítico y fue internado de urgencia en el hospital Ramos Mejía. A pesar de ser un caso inicial de intoxicación, su condición se deterioró rápidamente. Pasó más de noventa días en terapia intensiva, donde perdió la visión y experimentó una ataxia cerebelosa que lo dejó temporalmente mudo y discapacitado.
La recuperación fue un proceso largo y doloroso. Marcelo recuerda la dificultad de adaptarse a su nueva realidad: “Al principio, mi habla era un susurro… Perdí el movimiento de la cintura para abajo. Quedé inválido”, comparte.
La historia detrás de la intoxicación
La intoxicación de Marcelo se atribuye al consumo de camarones recogidos durante una Marea Roja, un fenómeno que provoca la proliferación de microalgas tóxicas. Los especialistas que lo atendieron indicaron que los camarones estaban contaminados con toxinas que afectaron seriamente su salud. En Argentina, los primeros casos de intoxicación vinculados a la Marea Roja se documentaron en 1980.
Un apoyo incondicional
En este oscuro capítulo, Marisa, la madre de Marcelo, fue su principal respaldo. Él señala que su apoyo fue fundamental para su recuperación emocional y física: “Decidí ponerme bien para devolverle algo de todo lo que ella había hecho por mí”, expresa con gratitud.
Volver a vivir
A pesar de las consecuencias permanentes, Marcelo ha encontrado formas de adaptarse y seguir adelante. Tras dejar el hospital, se inscribió en una institución para personas no videntes y aprendió a manejar el braille. Además, se capacitó para utilizar un bastón blanco, lo que le permitió recuperar parte de su autonomía. “Empecé a prestar más atención a los sonidos”, comenta sobre su nuevo enfoque.
Resiliencia y nuevos comienzos
A lo largo de los años, Marcelo ha cultivado una relación con el deporte, participando en competencias de vela adaptada y convirtiéndose en un ícono de superación. A sus 69 años, vive en Floresta y es un reconocido miembro de su comunidad. “Nunca me reproché haber comido esos camarones… Debo dar gracias a Dios porque pude superarlo”, concluye, enfatizando su enfoque positivo ante la vida.
Su historia no solo destaca los peligros asociados con la Marea Roja, sino también la capacidad de resiliencia de quienes enfrentan adversidades severas.