El trágico asesinato del futbolista Marcos Martín Gerchell, reconocido por su tiempo en Tigre, ha remecido al mundo del deporte argentino. La noticia, cuya difusión se anticipa en medios como Crónica, marca un recuento oscuro de la violencia en el fútbol, donde la inseguridad parece no tener fin. Gerchell fue víctima de un ataque brutal que ha puesto en la mira la peligrosidad asociada a los enfrentamientos entre hinchadas.
El contexto de la violencia
La violencia en el fútbol argentino no es nueva. Según Alejandro Orfila, exjugador y actual director técnico de Gimnasia (LP), este tipo de agresiones han afectado profundamente a los protagonistas del deporte. Orfila recuerda un episodio que marcó su vida: en una tarde fatídica, cuando el micro que transportaba al equipo fue atacado por barras bravas de Almirante Brown. Este ataque dejó a Orfila gravemente herido y lo llevó a vivir meses de angustia.
“Fue el momento más difícil de mi vida. Estuve meses con problemas. Me costaba dormir de noche”, expresó Orfila al relatar el traumático suceso.
La angustia del ataque
Orfila compartió detalles de ese día en el que, tras un partido con Tigre, decidió no subir al micro del equipo. Optó por un vehículo particular y terminó varado en la autopista. Al llegar a San Martín, fue advertido por su compañero, Sapo Gerchell, sobre los peligros de ir vestido de Tigre. “Cuando estoy guardando la ropa, un hombre con un fierro grande me pidió lo que estaba escondiendo”, relató.
El ataque fue violento; Orfila relató que “nos deshicieron el coche”, y que se enfrentó a una lluvia de piedras y golpes, dejando marcada su vida para siempre.
Consecuencias del ataque
A pesar de que había un despliegue policial, la respuesta llegó tarde. Al momento de que los compañeros de Gerchell llegaran al lugar, Orfila ya había sido herido. “Salió en Crónica, placa roja: ‘Murió Alejandro Orfila, jugador de Tigre’”, recordó Orfila, al mencionar la masiva cobertura que recibió el ataque y el posterior seguimiento.
La violencia en el fútbol argentino ha llevado a una revisión de los protocolos de seguridad para los equipos, destacando la necesidad de que los buses de los jugadores cuenten con custodia policial, algo que cambió tras este episodio devastador. Sin embargo, los recuerdos de la violencia persisten: “Cerraba los ojos y volvía a sentir los golpes”, comentó Orfila, reflexionando sobre las secuelas emocionales que dejó en él este ataque.
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