Un hallazgo reciente en el barrio porteño de Coghlan ha reabierto un caso que permaneció en la memoria colectiva por más de cuatro décadas. Restos humanos encontrados en una casa, la misma donde vivió el músico Gustavo Cerati a principios del siglo XXI, han sido identificados como los de Diego, un adolescente que desapareció en 1984. Este descubrimiento ha traído a la luz la trágica historia de un joven cuya familia nunca dejó de buscarlo.
Contexto de la desaparición
Diego, de 16 años, fue visto por última vez el 26 de julio de 1984, después de salir de su casa tras el almuerzo. Era estudiante de la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N° 36 y jugador del club de fútbol Excursionistas, actividades que dejó de lado al no regresar. A pesar de los intentos de sus padres por radicar la denuncia esa misma noche, fueron desestimados por la Policía, que minimizó la situación. Desde entonces, la familia se dedicó a buscarlo por medios propios.
Hallazgo de los restos
Los restos fueron descubiertos el 20 de mayo durante trabajos de demolición tras el colapso de una medianera en Congreso al 3700. Con la identificación de Diego, se esclareció un doloroso misterio que había perdurado durante años. Esta información fue confirmada por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que realizó pruebas genéticas que comprobaron la compatibilidad de los huesos con los de su madre.
Detalles forenses
El análisis forense reveló que Diego había muerto a causa de una herida punzante en la cuarta costilla derecha y que, en los intentos de deshacerse de su cuerpo, se habían realizado intentos de descuartizamiento fallidos. Los restos fueron hallados en una fosa de solo 60 centímetros de profundidad, lo que sugiere un apuro por parte del responsable.
Se encontraron 150 fragmentos óseos junto a objetos personales, como un reloj Casio CA-90, un llavero con llave, una suela de zapato, un corbatín escolar y una moneda japonesa de 5 yenes que Diego utilizaba como amuleto.
Aportes a la investigación
La investigación ahora está bajo el mando del fiscal Martín López Perrando, quien intenta reconstruir lo sucedido. A pesar de que el crimen podría estar prescripto, se buscará determinar quién fue responsable. Se prevé que se cite como testigos a miembros de la familia Graf, quienes habitaban la casa en 1984. Se intenta establecer si existía algún vínculo entre ellos y Diego.
La noticia llegó con tristeza a la familia, quienes debieron informar a la madre de Diego. Su padre, que siempre había creído que su hijo había sido víctima de una secta, falleció sin conocer la verdad.