Elecciones y emociones: la inteligencia emocional como clave para el diálogo político en crisis

Elecciones y emociones: la inteligencia emocional como clave para el diálogo político en crisis

La polarización política y social en Argentina ha llevado a un clima cargado de emociones que afecta la calidad del diálogo público. Las neurociencias demuestran que cuando nuestra identidad se siente amenazada, el cerebro reacciona como si enfrentáramos un peligro físico. Este fenómeno transforma el debate político en una lucha emocional, dificultando el entendimiento entre posturas distintas.

La raíz de la polarización

Expertos señalan que la necesidad de pertenencia social se intensifica en tiempos de polarización, llevándonos a escuchar menos para comprender y más para defender nuestras opiniones. Las redes sociales juegan un papel crucial, amplificando reacciones emocionales y transformando cada elección en una batalla simbólica. Esto reduce el espacio para la reflexión y el diálogo constructivo, afectando profundamente el tejido social.

Inteligencia emocional y política

Frente a este escenario, la inteligencia emocional se presenta como una alternativa necesaria. Es fundamental reconocer y entender las emociones subyacentes a la ira y la frustración para evitar que estas guíen nuestras decisiones. El objetivo no es eliminar estas emociones, sino dotarlas de conciencia y dirección, evitando reacciones automáticas que refuercen la división.

La práctica de la empatía política, que permite entender al otro sin reducirlo a simplificaciones, se vuelve esencial. Esta forma de abordar las diferencias puede ayudar a fortalecer la cohesión social y construir un “nosotros” posible.

La madurez colectiva y el futuro

Afrontar la polarización implica también aprender a tolerar la frustración. No siempre los resultados electorales alinearán con nuestras expectativas, pero cada experiencia puede ser una oportunidad de crecimiento y responsabilidad cívica. La madurez colectiva emerge cuando comprendemos que la construcción de un país no depende únicamente del voto, sino de cómo nos relacionamos diariamente con quienes piensan diferente.

Gane quien gane, los ciudadanos comparten un mismo deseo de bienestar y esperanza. El mayor desafío radica en elegir sin odio y disentir sin romper. Trabajar por una sociedad emocionalmente inteligente significa sentir, pero también saber hacerlo sin destruir.

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