El reciente escándalo con ChatGPT ha puesto de manifiesto la fragilidad de la privacidad en el entorno digital. Este incidente evidencia que cada acción en línea, como hacer un clic o compartir contenido, puede transformar información personal en un producto público, un hecho que no debe ser tomado a la ligera. La preocupación crece en un contexto donde las empresas tecnológicas parecen fallar en su deber de proteger a los usuarios.
La vulnerabilidad de la privacidad en línea
La situación con ChatGPT resalta que no existe privacidad garantizada en el ámbito digital. Cuando un usuario comparte información bajo la categoría de "público", debe cuestionarse si realmente desea que esa información sea accesible en búsquedas como las de Google. Las empresas tecnológicas, por su parte, no garantizan la protección de datos personales, dejando a sus usuarios expuestos a posibles abusos.
El modelo de negocio de las corporaciones tecnológicas
Las firmas como OpenAI, Google y Meta basan su modelo de negocio en la recolección, procesamiento y monetización de datos. En este esquema, los usuarios son percibidos como productos más que como clientes. Cada nuevo "experimento" realizado por estas corporaciones representa una evaluación calculada sobre los límites de la confidencialidad, sin que enfrenten consecuencias significativas cuando las cosas salen mal.
La desconfianza como defensa
La realidad es que el reciente incidente de ChatGPT podría no ser el último, ni el más grave. Mientras los usuarios continúen entregando su información personal a cambio de servicios "gratuitos", permanecerán en la posición de conejillos de indias digitales. La mejor estrategia frente a estos riesgos es fomentar una desconfianza sistemática, asumiendo que toda información compartida en internet podría volverse accesible públicamente en cualquier momento.